Por Gabriel Vázquez
Mi exnovia dejó su planta favorita en mi departamento, dijo que era “mi regalo”, que quizá así aprendería a cuidar a un ser vivo. A hacerme cargo de algo más que mi persona.
Al principio la planta estaba en un rincón y me veía pasar arrastrando los pies. Un día, sin saber por qué, la puse en el centro de la mesa. Supongo que fue porque me di cuenta que sus hojas se estaban poniendo amarillas y me entró algo de culpa, porque eso decía más de mí que de su capacidad de sobrevivencia.
La presencia del regalo
Desde su nueva posición, la planta me ve hacer todo, trabajar, alimentarme, ver películas y pasar los días sin rasurar. No me juzga cuando llego tarde y borracho ni cuando alguien viene a verme y acaricia sus hojas con curiosidad porque “no parezco una persona de plantas”.
A veces nos miramos durante horas, mientras limpio sus hojas, le cuento cómo ha sido mi día y le canto alguna canción, que me recuerda a su verdadera dueña, desafinando de más, pero no me juzga.
Cambiando roles y responsabilidades
Nuestra relación ha cambiado con el tiempo, ya no la uso de cenicero como al principio, ahora pienso en ella cuando salgo a la calle, pienso en el mejor abono, en el mejor fertilizante. Incluso le preparo su insecticida casero, hecho con ajo y clavo, así los insectos no vienen a posarse en ella. No sé si me lo agradecerá o no, pero eso no importa.
Es, visto a la distancia, el mejor regalo que me han hecho en muchos años, he aprendido tanto de ella como de mí.
Ha pasado mucho tiempo desde que mi novia se fue dejando este ser vivo a mi cargo. Ahora salgo con otra chica, la planta nos mira y sabe que alguien más duerme aquí.
Desde que entró a casa pude ver que no le tiene aprecio a mi planta, la mira como un reducto de otra vida, una vida previa a nuestra relación, una vida anterior, con alguien más.
Un regalo inesperado
Esta mañana, cuando me levanté a hacer el café, vi que la planta, MI planta, no estaba ocupando el centro del comedor. La busqué y la encontré al lado del sofá, en el piso. Sabía perfectamente lo que había sucedido.
Sin hacer ruido, entré al baño y guardé sus cremas, su cepillo de dientes y su shampoo acondicionador, porque hay relaciones más sanas e importantes en la vida y si ella no respeta mi planta… No cabe en esta casa.
@vagabogram