Sobre el hogar, la casa y la vivienda en la arquitectura. Ilustración por Ernesto Martinez
Sobre el hogar, la casa y la vivienda en la arquitectura. Ilustración por Ernesto Martinez

Sobre el hogar, la casa y la vivienda en la arquitectura

Reflexión sobre la evolución de la vivienda Por Ernesto Martínez

El tipo de edificio que los seres humanos tomamos por más particular, íntimo y especial es el hogar. Ese término que designa por su etimología a donde reside el fuego, se ha transformado en otro más técnico –“vivienda”-, convirtiéndose ese ámbito privado en un objeto atendido por las fuerzas del mercado. 

De clanes a ciudades: Barrios tradicionales y su evolución

El modo de producir ha generalizado a la casa y sus diferentes formas y disposiciones, y de ahí, a la comunidad. Entre los primeros vestigios neolíticos de la arquitectura prehistórica se cuentan primitivas casas donde vivían aquellos clanes ancestrales en proceso de sedentarización, fundamento de las primeras ciudades.

Entre Çatal Hüyük, en Turquía, y nuestros condominios, median milenios, pero les hermana el sentido de pertenencia a un sitio. Como ejemplo, los “penates”, espíritus tutelares que eran los ancestros fallecidos de los antiguos romanos, eran quienes cuidaban la morada, de ahí que el arraigo a un sitio fuese de gran importancia para la construcción de una casa, pues necesitaban mantener vivo al genius loci, “espíritu del lugar”.

Los barrios tradicionales eran a centros de población y sitios de producción, de ahí que hubiesen barrios de alfareros, de hortelanos o de loseros y en poblados más ricos, de cigarreros, orfebres y plateros, entre muchos otros. Esas comunidades reunidas entorno a una especialidad productiva, dedicaban celebraciones, templos y otros tipos de edificios comunitarios a la cohesión, manifestado en las fiestas patronales o las ferias. Esa fue la dinámica de muchas ciudades pequeñas hasta que los modos productivos cambiaron.

De Villa a Ciudad: Transformaciones Urbanas en Aguascalientes

En Aguascalientes, el cambio de la polaridad económica del México independiente, trajo como consecuencia desde mediados del siglo XIX, el asenso de categoría de villa a ciudad y luego, a capital de un nuevo estado federal. A fines del mismo siglo, ese mismo hecho hizo que la ciudad, de enfocarse a la agricultura y la ganadería de subsistencia y al comercio, cambiara a la industria que representaron de manera especial los talleres del ferrocarril y los de la Fundición Central. La disposición de una traza urbana basada en barrios cambió por una de colonias cercanas a los nuevos centros laborales (las colonias obreras) o bien, a los lugares del nuevo y “sano ocio” (las colonias residenciales). La dinámica comunitaria cambió pues ya no era una especialización productiva ejercida desde casa como en los barrios, sino un conjunto de especialidades reunidas por centros laborales sobre los que gravitaba la vivienda.

La traza irregular de los barrios se cambió por una traza ortogonal más eficiente para el transporte y para la disposición de líneas de infraestructura pública; los edificios principales ya no fueron los de corte religioso, cívico o comercial, sino los centros laborales o los nuevos hitos del esparcimiento y de la vida modernos, como baños y jardines públicos, paseos o estaciones de tren.

Vivienda moderna: Eficiencia, Especulación y Homogeneidad

Para mediados del siglo XX, el crecimiento urbano empujó a un mercado de vivienda cada vez más especulativo. Arrancan ahí los fraccionamientos modernos que toman de las colonias la eficiencia relativa de su traza. No tienen la cohesión comunitaria de los barrios, ni las características de pertenencia a un centro laboral o a una zona diferenciada por algún hito urbano como las colonias; lo que tienen en común es su pertenencia a un segmento de mercado, por lo que a pesar de la diversidad de experiencias (buenas y malas), el mercado lo reduce a su expresión más homogénea de acuerdo al “nivel” de la vivienda ofertada, que concibe la variedad solamente en el aumento o decremento de dimensiones y número de espacios.

Iván Illich, el gran pensador (ex) jesuita, comentaba que en una casa tradicional (anterior a las colonias y los fraccionamientos), se producían algunos alimentos en corrales, bienes de uso cotidiano (como sillas o colchones de paja) y algunas chucherías más con las que se podía comerciar con los vecinos. Actualmente, la casa ajustada a su reducción mínima de actividades ya no tiene ese potencial productivo… hasta que la pandemia nos abrió un nuevo panorama.

El Futuro de la Vivienda: Desafíos y Alternativas Posmodernas

La edificación moderna se basa en la especialidad; el “raumplan” de Adolf Loos es la zonificación estructurada en actividades específicas: de la vivienda y los edificios en general se pasa al ámbito urbano. Pero la diversidad de la cotidianidad de nuestra realidad posmoderna poco a poco readapta esa especialización a una nueva versatilidad, además impulsada por la tecnología digital que permite el trabajo desde aparatos pequeños como una computadora o un teléfono.

¿Cómo se modelarán las casas en el futuro?

Es difícil de responder. Estamos saliendo de cien años de certidumbre moderna y a medida que lo incierto es más patente, ensayaremos alternativas de vivienda desde una multiplicidad de ocupaciones y maneras de convivir en la práctica. El urbanismo se reconfigura ante las presiones del mercado y la pugna por el llamado “derecho a la ciudad”. 

La forma de la casa sigue a las convenciones de la mercadotecnia para algunos segmentos; para otros, la forma sigue a la función práctica y para todos, el reto de la vivienda es el mismo que hace miles de años y que es, poder llamar a un espacio construido, “hogar”.